A lo largo de la historia el pueblo gitano ha mantenido una intensa relación con lo trascendental que se manifiesta a través de su cultura de muy diversas maneras: un profundo respeto hacia los muertos, la práctica de distintas artes adivinatorias, la creencia en maldiciones, etc.
Los gitanos, a causa de esta particular vivencia del fenómeno religioso, nunca se han incorporado plenamente a la religión católica imperante en España. Si tenemos en cuenta las características fundamentales de la cultura gitana, resulta fácil comprender que los gitanos sintieran esta religión como algo ajeno a su pueblo, y que con la aparición de la Iglesia Evangélica de Filadelfia en España fueran muchos los que se adhirieran a ella, abandonando el catolicismo.
La rigurosidad de la iglesia católica antes del Concilio Vaticano II, no terminaba de arraigar en el corazón de un pueblo profundamente marcado por el amor a la libertad. Por otra parte, el hecho de que la misa se oficiara en latín también constituía un factor de alejamiento, pues hay que tener en cuenta que en la mayoría de los casos los gitanos ni siquiera dominaban el castellano y les resultaba imposible seguir la celebración a través de un misal, ya que no sabían leer. A todo esto hay que sumar el hecho de que las iglesias católicas estaban formadas por payos y tenían curas también payos; en pocas palabras era una religión para payos – y hemos de tener en cuenta que la convivencia entre ambas culturas nunca ha sido satisfactoria -.
Sin embargo, la aparición de esta iglesia evangélica ha supuesto para el gitano una posibilidad de manifestar su religiosidad de una manera mucho más acorde con su cultura. En las celebraciones evangélicas el gitano puede expresarse con libertad sin verse sujeto a unas pautas de comportamiento regladas; los pastores son gitanos, al igual que los asistentes; en el culto pueden dar rienda suelta a su expresividad mediante los cantos y alabanzas… Todos estos factores han hecho de la Iglesia Evangélica de Filadelfia una religión en la que los gitanos se siente a gusto y que reconocen como propia.
Pero ahora bien, la implantación de esta iglesia en el España no estuvo exenta de problemas dentro del propio colectivo gitano, ya que al pertenecer la mayoría en un principio a la Iglesia Católica, muchos se mostraron reacios a aceptar una nueva religión que no conocían. A causa de esto, muchos de los gitanos que se convirtieron a la Iglesia Evangélica en sus comienzos en España hubieron de luchar duramente para conseguir que su adhesión al Culto fuera aceptada por sus propias familias y amigos, y más tarde para que estos mismos también se convirtieran.
Una vez superados estos primeros momentos de dificultad, los gitanos fueron aceptando paulatinamente esta religión, hasta que en los años ochenta se produjo una conversión masiva a la iglesia. Esta década ha sido la más importante de toda la historia del Culto en España en cuanto a conversiones, ya que en la actualidad, pese a que se siguen produciendo nuevas adhesiones, se está manifestando un declive progresivo en el número de nuevas conversiones.